jueves, 31 de enero de 2013

Al salir de clase

Source: factory20.com via Jarah on Pinterest
 
 
Cuando eres adolescente, tus amigas son tu brújula y estar con ellas a todas horas es tu principal objetivo. El fin de semana es la única escapatoria posible a la dictadura escolar y familiar y salir con ellas se convierte en imprescindible. Llega la época universitaria y sigues saliendo, pero ahora, siempre que puedes y sobre todo, si estás lejos de casa. Luego te echas novio y las salidas se espacian y las amigas, ya no son lo único. Si tienes la suerte de conservarlas, empiezas a verlas menos. Hasta que te casas. Ahí empieza a cambiar el cuento. Te pasas la semana trabajando y esperando a que llegue sábado para descansar y cada vez pronuncias con más frecuencia la frase “tenemos que quedar un día todas”. Luego viene los niños y las cenas de chicas se transforma en comidas rápidas entre semana que cada vez, se espacian más. El teléfono sustituye a las comidas y un buen día, sin darte cuenta, a ellas apenas las ves porque los niños empiezan el colegio. Y se abre un universo distinto.
 
Comienzas llevando al niño al colegio y analizando el ambiente, te encuentras rodeada por muchos tipos de madres (y algún padre).
 
Yo soy madre chófer. Llego al colegio, dejo al niño, le doy un beso casi sin mirarlo y me voy corriendo al trabajo, sin dejar de comprobar en el reloj que voy bien de tiempo. Luego está la madre pitillo, que va al colegio, deja al niño y cuando sale, se fuma tranquilamente un cigarrillo antes de subir al coche o emprender el camino de vuelta andando. La madre nespresso cambia pitillo por café y además ojea la prensa en el bar que hay al lado del colegio y la deportista, va en chandal y en cuatro el niño traspasa la puerta, corre al gimnasio.
 
Todas ellas me parecen fantásticas y envidiables en mayor o menor grado. Pero las que verdaderamente me dan miedo y atraen al mismo tiempo son las otras. Las del corro de madres.
 
No hay ningún colegio que se precie que no tenga un par de corros de madres notorios. Se juntan a la salida del colegio, parece que se conocen de toda la vida y te miran con cierta lástima cuando, corriendo, sales del coche con la gorra de chófer y pasas por delante de ellas amagando un saludo. Ellas son las veteranas, las que lo mismo te venden unos polvorones para el viaje de fin de curso de sus hijos, que recaudan dinero para hacerle un regalo a Sofía, la profe de 2º de Infantil, que acaba de ser mamá. Intercambian recetas de cocina o muestras de cremas y acto seguido, bajan el tono para criticar a la madre de Pablo, que nunca saluda. Siempre son las primeras en enterarse de que vuelve a haber piojos en el cole, creen que la de inglés manda pocos deberes y dicen que la secretaria, hay que ver, está muy desmejorada.
 
Y sin dejar de presumir por los progresos de sus hijos, también se hacen compañía durante el entrenamiento de fútbol o se esperan para tomar un café mientras los niños están en la piscina. Otras veces, se sacan de un apuro entre ellas llevándose a un hijo ajeno a merendar a su casa mientras su madre aprovecha para ir con el pequeño al dentista.
 
Sinceramente, no quiero ser madre chófer. Quiero llegar al colegio, despedir a mi hijo con un beso bien dado, tomarme un cafecito y en chandal, marcharme al gimnasio. Pero sobre todo, quiero tener mi propio corro de madres. Quiero que me pasen la dieta Dukan, me pregunten dónde he comprado el fular que llevo puesto y comenten conmigo el capítulo de la Super Nanny de la semana pasada. Sobre todo, quiero que me entiendan cuando hablo, que no crean que no me organizo bien ni que no hago nada en todo el día.
 
Puede parecer que no las has elegido tú, sino las circunstancias o incluso tus propios hijos, a los que les encanta que te lleves tan bien con la mamá de X porque así, jugaréis más veces juntos. La realidad es que ellas ocupan un lugar que quedó vacío entre tu yo-amiga y tu yo-madre y que sin proponértelo, se han convertido en tus nuevas mejores amigas. Cuando os juntáis, no os faltan los temas de conversación, los niños lo pasan estupendamente y se han dado casos en los que los padres, empiezan a hacer cenas aparte.
 
Tampoco es necesario haberse conocido con acné y ortodoncia para hacer buenas migas. Puede que no vayáis a compartir el mismo tipo de confidencias y por supuesto, cada cosa tiene su edad y las amigas de siempre, lo seguirán siendo. Pero qué bueno es tener con quién reírse de lo que ha dicho tu hijo, darle la razón a alguien que defiende la disciplina en casa o leerse un libro que otra madre te ha recomendado.
 
Hay veces que lo único que hace falta para encontrar una compañera de fatigas es pararse un poco más al salir de clase.
 

2 comentarios:

  1. Me ha encantado, yo ahora mismo me identifico con la madre chofer....pero Gracias a la crisis pronto sere de esas madres corrillos y la verdad es que lo estoy deseando; y mi hija tambien jijijijjii

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