sábado, 27 de abril de 2013

El día que Saída llegó

 
 
Cuento infantil narrado desde el punto de vista de una niña que acaba de conocer a otra recién llegada a su país que no habla. La protagonista busca las palabras de su amiga por todas partes y como no aparecen, las dos amigas pintan abrazos, sonrisas y camellos.

“El día que Saída llegó, yo supe que la iba a querer siempre. Con el dedo corazón, le dibujé sobre el hielo una bienvenida cálida y blandita, como las estufas y los almohadones. Ella me pintó una sonrisa en forma de luna creciente. A mí me pareció que olía a naranja, dátiles y hierbabuena.”

Una historia poética sobre la amistad, sobre romper fronteras y sobre lo enriquecedor de conocer otras culturas.
 
Título: El día que Saída llegó
Autora: Susana Gómez Redondo
Ilustración: Sonja Wimmer
Editorial: Takatuka
Páginas: 36

domingo, 21 de abril de 2013

Unexpected

 
 
No los esperábamos pero no hubo medios médicos posibles para impedir que sucediera. Tampoco funcionaron las lágrimas, las oraciones ni el permanecer sin cambiar de postura los días que pasamos en el paritorio.

Los hermanos del Sr. Cuco nacieron el pasado 23 de marzo recién cumplidas las 26 semanas de gestación. Están vivos y terminando de crecer fuera de mi barriga, lejos de mí.

El Sr. Cuco les llama Hércules y Ulises. Ojalá sean así de fuertes. Y nosotros, también.
 

jueves, 7 de febrero de 2013

La limosna

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Sentada en una terraza, dejándote acariciar por los primeros rayos de sol de un verano tardío que se hizo de rogar, sonreías ante las ocurrencias de tu amiga. Sobre la mesa, dos claras recién servidas y un paquete de tabaco. Al fondo del bolso, tu móvil sonaba insistentemente y sin dejar de reírte, ignoraste la llamada de auxilio. Las gafas de sol en el pelo, la clara refrescándote la garganta y dentro del bolso, tu móvil, suplicándote que lo cojas.
 
Aquella fue tarde perfecta, un momento único de ocio y relax tras una semana de trabajo complicada. Pero volvías a casa, cogiste el móvil y te diste cuenta de que tenías muchas llamadas perdidas de tu marido, quizás demasiadas. Pensaste por un momento que el pequeño Samuel había vuelto a estar jugando con el teléfono de papá. Pero finalmente, la voz entrecortada de tu madre, respondiendo al teléfono de tu marido, hicieron desaparecer tu voz, la sonrisa alegre que habías mantenido toda la tarde y el recuerdo de una clara fría sobre la mesa. Se esfumaron para siempre antes incluso de que consiguieras colgar el teléfono.
 
La gente nos compadece. Lo noto. A veces es algo casi maternal, un impulso a tocarnos, a intentar abrazarnos, un intento de aliviar nuestra pena. En realidad, quieren ocultarnos entre sus brazos, taparnos para no ver nuestra desgracia reflejada en sus ojos y para que nuestra tristeza no enturbie su felicidad.
 
Otras veces, la compasión es la limosna de su sabida superioridad. Lavan su conciencia con un gesto pero en realidad, creen que a ellos nunca les habría pasado eso. Ellos tienen, nosotros no. Samuel ya no está y su madre, estaba en una terraza, tomando una caña fría con una amiga.

jueves, 31 de enero de 2013

Al salir de clase

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Cuando eres adolescente, tus amigas son tu brújula y estar con ellas a todas horas es tu principal objetivo. El fin de semana es la única escapatoria posible a la dictadura escolar y familiar y salir con ellas se convierte en imprescindible. Llega la época universitaria y sigues saliendo, pero ahora, siempre que puedes y sobre todo, si estás lejos de casa. Luego te echas novio y las salidas se espacian y las amigas, ya no son lo único. Si tienes la suerte de conservarlas, empiezas a verlas menos. Hasta que te casas. Ahí empieza a cambiar el cuento. Te pasas la semana trabajando y esperando a que llegue sábado para descansar y cada vez pronuncias con más frecuencia la frase “tenemos que quedar un día todas”. Luego viene los niños y las cenas de chicas se transforma en comidas rápidas entre semana que cada vez, se espacian más. El teléfono sustituye a las comidas y un buen día, sin darte cuenta, a ellas apenas las ves porque los niños empiezan el colegio. Y se abre un universo distinto.
 
Comienzas llevando al niño al colegio y analizando el ambiente, te encuentras rodeada por muchos tipos de madres (y algún padre).
 
Yo soy madre chófer. Llego al colegio, dejo al niño, le doy un beso casi sin mirarlo y me voy corriendo al trabajo, sin dejar de comprobar en el reloj que voy bien de tiempo. Luego está la madre pitillo, que va al colegio, deja al niño y cuando sale, se fuma tranquilamente un cigarrillo antes de subir al coche o emprender el camino de vuelta andando. La madre nespresso cambia pitillo por café y además ojea la prensa en el bar que hay al lado del colegio y la deportista, va en chandal y en cuatro el niño traspasa la puerta, corre al gimnasio.
 
Todas ellas me parecen fantásticas y envidiables en mayor o menor grado. Pero las que verdaderamente me dan miedo y atraen al mismo tiempo son las otras. Las del corro de madres.
 
No hay ningún colegio que se precie que no tenga un par de corros de madres notorios. Se juntan a la salida del colegio, parece que se conocen de toda la vida y te miran con cierta lástima cuando, corriendo, sales del coche con la gorra de chófer y pasas por delante de ellas amagando un saludo. Ellas son las veteranas, las que lo mismo te venden unos polvorones para el viaje de fin de curso de sus hijos, que recaudan dinero para hacerle un regalo a Sofía, la profe de 2º de Infantil, que acaba de ser mamá. Intercambian recetas de cocina o muestras de cremas y acto seguido, bajan el tono para criticar a la madre de Pablo, que nunca saluda. Siempre son las primeras en enterarse de que vuelve a haber piojos en el cole, creen que la de inglés manda pocos deberes y dicen que la secretaria, hay que ver, está muy desmejorada.
 
Y sin dejar de presumir por los progresos de sus hijos, también se hacen compañía durante el entrenamiento de fútbol o se esperan para tomar un café mientras los niños están en la piscina. Otras veces, se sacan de un apuro entre ellas llevándose a un hijo ajeno a merendar a su casa mientras su madre aprovecha para ir con el pequeño al dentista.
 
Sinceramente, no quiero ser madre chófer. Quiero llegar al colegio, despedir a mi hijo con un beso bien dado, tomarme un cafecito y en chandal, marcharme al gimnasio. Pero sobre todo, quiero tener mi propio corro de madres. Quiero que me pasen la dieta Dukan, me pregunten dónde he comprado el fular que llevo puesto y comenten conmigo el capítulo de la Super Nanny de la semana pasada. Sobre todo, quiero que me entiendan cuando hablo, que no crean que no me organizo bien ni que no hago nada en todo el día.
 
Puede parecer que no las has elegido tú, sino las circunstancias o incluso tus propios hijos, a los que les encanta que te lleves tan bien con la mamá de X porque así, jugaréis más veces juntos. La realidad es que ellas ocupan un lugar que quedó vacío entre tu yo-amiga y tu yo-madre y que sin proponértelo, se han convertido en tus nuevas mejores amigas. Cuando os juntáis, no os faltan los temas de conversación, los niños lo pasan estupendamente y se han dado casos en los que los padres, empiezan a hacer cenas aparte.
 
Tampoco es necesario haberse conocido con acné y ortodoncia para hacer buenas migas. Puede que no vayáis a compartir el mismo tipo de confidencias y por supuesto, cada cosa tiene su edad y las amigas de siempre, lo seguirán siendo. Pero qué bueno es tener con quién reírse de lo que ha dicho tu hijo, darle la razón a alguien que defiende la disciplina en casa o leerse un libro que otra madre te ha recomendado.
 
Hay veces que lo único que hace falta para encontrar una compañera de fatigas es pararse un poco más al salir de clase.
 

martes, 29 de enero de 2013

Pétala

 
"Cuando Pétala quiere regar las plantas y no hay agua, decide volar hasta las nubes donde descubre que ha sido un dragón quien se ha apoderado de la casa de la lluvia. La intrépida paloma tendrá que enfrentarse al monstruo para conseguir que el agua vuelva".
 
Es un álbum muy visual, con un texto sencillo y un mensaje medioambiental claro, que desde la fantasía, ayuda a transmitir al pequeño lector la necesidad de cuidar el planeta y conservar el medio ambiente. Un buen regalo.
 
A partir de 3 años
 
Título: Pétala
Autor: Pep Bruno
Ilustración: Luciano Lozano
Editorial: OQO
ISBN: 978-84-9871-034-2
Páginas: 36