jueves, 18 de noviembre de 2010

El dardo en la palabra


A mí me enseñó el abecedario la señorita Mari Luz, que nos hacía poner el dedo índice sobre el arco de la nariz para aprender la Ñ. Mis sobrinos en el colegio le llamaban a la “M” la señora de la montaña. Maravillosa metáfora. Ahora nos lo quieren cambiar. El abecedario, el de toda la vida. ¿Cómo que “ye”? ¿Dónde va a parar el belicismo de la i griega?

Ya puestos a simplificar, “dijo” podría ser “dijió” y si decimos piña, pues el árbol debería de ser “piño”, ¿no?. Si cuando comenzamos a hablar esta es la manera natural de expresarnos, tal vez es que esta sea la mejor forma y más sencilla de decirlo.

Realmente, si solo (¡sin tilde!!) hablásemos de lo que conocemos, permaneceríamos la mayor parte del tiempo callados así que dentro de mi ignorancia en la materia, me vais a permitir que me posicione. Creo que como usuaria del español, también tengo derecho a opinar sobre estos cambios que supongo ya conoceréis.

La gente cada vez escribe peor, se expresa con menos precisión, se olvida de las tildes y puntúa sin ningún criterio. Simplificar la grafía me parece que es ceder y dejar que un tren maravilloso que ha recorrido kilómetros de raíles centenarios sea confinado a una estación perdida y se sustituya por un moderno, rápido y frío AVE. Es cierto, cumple su función llevándote al mismo sitio y encima, en menos tiempo, pero te priva del placer de admirar el paisaje tras una sucia ventanilla y de adormecerte con el traqueteo.

El propósito fundamental de una lengua es la comunicación y yo creo que todos los hispanohablantes nos entendemos entre nosotros. Yo misma, que soy del sur de Galicia, hablo un español distinto al de un oriundo de Cáceres, un emigrante en Venezuela o un inglés que ha aprendido español de tanto venir a los sanfermines. Vuestro regazo es mi “colo”, vuestro revenido es mi “reseso” y cuando vosotr@s habéis ido, casi siempre yo fui. ¿Y qué? ¿Acaso no son hermosas las diferencias? Creo que en la variedad radica la riqueza de nuestra lengua y gran parte de su belleza.

La lengua es un ser vivo y como tal, es susceptible de cambios y evoluciona, creciendo y extendiendo su influjo. Hablo español, amo mi lengua y no quiero dejar de llamarle a la “Y”, “i griega”. La imagino vestida de gasa blanca y con ondas en el pelo, y quiero que siga siendo así.

Como modo de protesta, la próxima vez que mi hijo diga: “Pusí el cuento en la estantería”, no corregiré su frase…

Decidme, ¿qué palabras os costó aprender a vosotros@s y ahora cambiaríais para simplificarlas? Yo propongo eliminar “quepo” y dejar que sea “cabo”.

3 comentarios:

  1. Yo dejaría "rompido", en lugar "roto"

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  2. Hola Abril y demás blogeros...
    Comulgo con casi todo lo que nuestra querida amiga expresa en su entrada.
    Y hasta en el "quepo", que .. realmente... no sé de dónde lo sacaron en su día.
    A Tracy decirle que para los gallegos ya es "rompido" en nuestra lengua (será que vamos ya por delante, jeje).
    Ahora sí... os planteo un enigma...
    El verbo Saber, entre otras cosas, significa "tener gusto a..."
    Bien, pues cómo diríais la primera persona del singular del presente simple cuando nos referimos al sabor???
    Yo "sé" a queso??? jajaja...
    No sé por qué pero yo, durante años, dije "sepo", pero va a ser que tampoco es correcto...
    A mi me da que lo correcto es decir "tengo sabor a..." y si no... que se lo digan al que acaba de comerse un par de dientes de ajo, o unas patatas "ali-oli"...
    Ya puestos a "evolucionar" propongo a la Real Academia que se pueda decir "sepo", ya que seguro que más gente como yo lo ha usado...
    ¿Alguna sugerencia??

    Saludos a todos.

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  3. Yo creo que estos cambios son un claro índicio de que los académicos tienen como ojetivo que todos entendamos las letras de Shakira.

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