La lluvia embota los sentidos, congestiona el tráfico y nubla los cristales y el pensamiento. En verano, con el cambio de luz, de horarios y de rutina, conducir es mucho más placentero. Camino a casa, al anochecer, bajo la ventanilla y disfruto de la música y de conducir sin prisa.
Soy de las que siempre conduzco con la ventanilla del coche abierta.
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