Con los pies en la arena, mojando la punta de los dedos en
el mar y retrocediendo ante su frialdad. Volver a meterlos, un poco más, hasta
que casi dejas de sentirlos. Caminar descalza por la hierba, caminar sobre la
madera recalentada por el sol, caminar sin prisas, con las sandalias en una
mano y en la otra, la brisa del mar.
Es una sensación única el andar en contacto con la naturaleza, te sientes una con ella.
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