jueves, 25 de febrero de 2010

No puede ser tan complicado…

Sólo a mi se me ocurre querer comprar una radio despertador. Tenía que hacer un regalo y pensé que era buena idea así que al salir de trabajar y antes de comer, me dirijo a unos grandes almacenes. Espero a que me atiendan y comienza la aventura. Tras decirle al dependiente lo que quiero, se queda mirando la vitrina. Eso ya lo he hecho yo y no funciona. Luego se pone a leer las cajas sin ningún disimulo, acercando peligrosamente la cara a la puerta de cristal. Eso también lo he hecho yo.

De repente señala uno de ellos y me dice que en ese se puede poner una foto. Fantástico, pienso en voz baja. Sigue mirando cajas cuando se gira triunfante sosteniendo uno en la mano y me dice que es el que tiene él y que las luces son de colores. En ese momento no sé si sacar un caramelo del bolso y dárselo o simplemente lamentarme por haber ido sin comer. Escojo la segunda opción y añado que es muy bonito pero que no es lo que busco. Algún mecanismo ha debido ponerse en marcha en su cerebro que decide abrir la vitrina. Bien, vamos avanzando. Pero no, espera, que ni sabe qué llave es, ni cómo se mete en la cerradura ni para dónde se gira. Pide ayuda y creo que es lo primero que ha hecho bien desde que empezó a atenderme. Abre la puerta, saca uno de ellos e intenta enseñarme sin éxito dónde se meten las pilas. Da igual, sólo puedo pensar en el bocadillo de jamón que llevo en el bolso.

Escojo uno que parece ser lo que busco, cansada, hambrienta, arrepentida… y él me pregunta si me importa que me dé el que está en la vitrina. Pues claro que me importa calamidad, tiene el precio pegado, está manoseado, lleno de polvo y te he dicho que es para hacer un regalo. Pero aunque no tengo fuerzas para decírselo, debe de notárseme en la cara la crispación así que afirma que tiene que ir al almacén. Ahí ya concluyo que he hecho mal, que una colonia siempre es un buen regalo. El chico tarda, y yo miro el reloj, abro el bolso para comprobar que sigue ahí el bocadillo y veo venir a lo lejos al dependiente con las manos vacías. No me dice nada, ni yo a él. Vuelve al almacén acompañado por una compañera y no transcurren ni dos minutos cuando regresan con uno en la mano. Tengo ganas de abrazarlo.

Mientras me cobra, pienso en cuándo llegaré al coche y podré ocuparme del bocadillo. Me lo envuelven para regalo y me voy con la bolsa en la mano pensando que he superado la prueba, que he estado muy bien y que me alegro de no haber perdido los nervios. Pero cuando por la noche hago entrega del regalo, le ponemos las pilas e intentamos sintonizar las emisoras, descubrimos que no hay rastro de la radio. Me han vendido un despertador, sin más. Ni fotos, ni luces de colores, ni Cadena Dial. Es un despertador.

Mañana voy a devolverlo. Por supuesto, después de comer.

8 comentarios:

  1. Qué situación tan familiar...me ha pasado tantas veces!!
    Menos mal que en los grandes almacenes devuelven el dinero, pero vamos, a más de uno deberían entrenarlo en técnicas de venta antes de ponerlo así sin más, cara al público, verdad??

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  2. Jajajajja, Abril, buenísimo.... Pero efectivamente, es que es así... Me ha pasado un montón de veces... y no te quiero ni contar cuando es en fechas navideñas, que vas a mil cosas, y te toca un dependiente de esos!!!

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  3. Mi pobre!!!!! hambrienta encima yo me habia puesto a comer el bocadillo alli mismo, y de los dependientes.....que te voy a decir, y YO en el paro!!!!!

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  4. Se está perdiendo la quintaesencia del dependiente que entendía los deseos de los clientes.

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  5. Quería haberte respondido a la 1ª entrada de tu blog.Te lo pongo aquí.

    Va por ti. Para ese camino que inicias y aún no sabes dónde te llevará y con quién lo harás, me permito copiarte un párrafo de Momo, de Michael Ende. Es un texto que siempre me acompaña y que aplico en muchas situaciones.


    A cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso - inspiración - barrida. Paso - inspiración - barrida.

    De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después continuaba su tarea: paso - inspiración - barrida.

    Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás suyo, se le ocurrían pensamientos. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan difíciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como un color que se ha soñado. Después del trabajo, cuando se sentaba con Momo, le explicaba sus pensamientos. Y como ella lo escuchaba a su modo, tan peculiar, su lengua se soltaba y hallaba las palabras adecuadas.

    -Ves, Momo -le decía, por ejemplo-, las cosas son así:

    a veces se tiene ante sí una calle larguísima. Se cree que es tan terriblemente larga, que nunca se podrá acabarla, se cree uno.

    Miró un rato en silencio a su alrededor, entonces siguió:

    -Y entonces se empieza a dar prisa. Y cada vez se da más prisa.

    Cada vez que se levanta la vista, se ve que la calle no se hace más corta. Y se esfuerza más todavía, se empieza a tener miedo, al final se está sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.

    Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:

    -Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente.

    Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir:

    -Entonces es divertido, eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea.

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  6. Aún recuerdo la portada del libro. Y a Gigi Cicerone, claro!!

    Muchas gracias por hacerme pensar en ello.

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  7. Eres lo mejor, has sabido describir perfectamente la situacion, por favor sigue escribiendo asi y por cierto como has tardado tanto en crear el blog?????,no se como podia vivir antes sin leerlo, un besazo guapa y sigue asi.

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  8. Buenísimo tu relato, ahora después de leer tu blog te propongo el mas difícil todavía publica un libro, entre tus anécdotas y las del Nenuco tienes para escribir una enciclopedia jejeje.
    En serio me encanta tu blog.

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