La buhardilla, escasamente amueblada e iluminada pobremente por un viejo quinqué, permanecía ordenada. Todas las paredes, excepto la que ocupaba la cama, estaban cubiertas de estanterías donde numerosos tarros de cristal repletos de pinceles luchaban por hacerse un hueco entre los botes de pintura y de disolvente. Cajas, trapos, libros y libretas, albumes y carpetas, portafolios y papeles de todos los tamaños y grosores completaban la decoración de la estancia. En el medio de la misma, justo debajo de la claraboya, se erguía un gastado atril con un gran lienzo en blanco descansando sobre él, indiferente a lo que pasaba a su alrededor.
Sin duda, era el cuarto de un pintor.
Sin duda, era el cuarto de un pintor.
¡Que bonito¡ en Debla II intuí que podía tratarse de un pintor...¡y acerté¡.
ResponderEliminarQue pases buen finde.
Bs
Una descripción perfecta, pero... ¿y qué?
ResponderEliminarEstoy pillá.