Yo no colecciono. Yo reúno, atesoro y a veces, idolatro objetos. Y como me encantan los artículos de papelería y últimamente escribo bastante, o al menos lo intento, me estoy haciendo con un buen número de libretas.

El caso es que luego no me atrevo a estrenarlas, como si al hacerlo las estropease. Amontonar libretas preciosas sin usar es como tener a George Clooney a tu entera disposición y admirarlo sin darle un buen meneo.

Sin embargo, escribir en el primer trozo de papel que encuentro (un post-it, una factura o un libro de colorear) me parece poco serio y arriesgado, porque en una de mis limpiezas convulsivas, mis pensamientos acaban en la bolsa de reciclaje de papel.

Aunque casi siempre llevo un cuaderno y/o agenda encima, la inspiración llega en el momento menos inesperado y hay que echar mano de lo que sea. Pero pasar a limpio mis propias notas para luego corregirlas y transcribirlas, da un poco de miedo.

Empecé coleccionando cajas, luego papeles de cartas y siempre me ha parecido que es un poco friki, sobre todo, cuando veo la plaga de septiembre en los kioskos.

Así que yo, no colecciono. Yo hago reuniones caseras. Recibo a mis invitadas de honor sin discriminaciones. Da igual que sean con espiral, goma lateral, rayadas, lisas, cuadriculadas, de bolsillo, en piel o cartón reciclado, de Inglaterra, Vigo o Hong Kong. Siempre brindo por mis pequeños tesoros con una botella de ron.

La semana pasada, dos personas pensaron en mí y me regalaron dos libretas. Una, del Mago de Oz, con un montón de ilustraciones y dentro de una caja de metal (gracias Pepa) y la otra, tipo moleskine, en plateado y muy pequeñita, una preciosidad (gracias Ana).

¿Coleccionas? ¿Haces reuniones caseras? ¿Cuáles son tus tesoros?