No sé vosotros pero yo me relaciono con gente muy distinta, aunque a casi todos nos preocupan, molestan y gustan las misma cosas. Pero hay un pequeño sector que me maravilla por lo exóticos que son sus problemas y la tajante forma en la que los resuelven, que suele ser a golpe de talonario.
Partiendo de la base de que a todos en general nos preocupa el trabajo, la salud de nuestros familiares y amigos y la paz en el mundo, cómo no, hay personas privilegiadas que por condición o adquisición, se merecen el título nobiliario de “marquesitos”. Para ellos, nada es tan decepcionante como no encontrar la maleta que llevarán en su escapada romántica a Nueva York, la ropa que se pondrán en la pedida de su sobrina o que la interna se haya puesto enferma y tengan que bañar a los niños…. Se alteran por esas cosas. Curioso.
Yo los entiendo, en serio que sí. Si yo tuviese su vida, me preocuparían las mismas cosas que a ellos. Lo digo sin acritud, como simple constatación de una realidad. Soy consciente de que juego en segunda división. Juego bien, que conste, pero que todos juguemos al fútbol, por seguir con la analogía, no quiere decir que todos seamos cracks, ¿o no? A mí sus cosas me parecen tan atractivas y a la vez, tan lejanas, como si estuviese analizando las costumbres de una reducida tribu amazónica.
Sus comentarios no tienen maldad y en ocasiones, no son conscientes de todas las cosas que nos separan en el día a día, aunque haya muchas otras que nos unan. Sus remedios contra el fin de mes pasan por cosas tan sencilla como viajar por España en lugar de salir al extranjero cuando ni recuerdo la última vez que estuve en un lugar donde se hablase otro idioma. Aclaro que Portugal no cuenta, al menos para los del sur de Galicia.
Lo cierto es que mi vida tiene mucha prosa y poca poesía. Hay pocas cenas a la luz de las velas y mucho sándwich de pie en la cocina. No niego que me muera de ganas por ir a Nueva York, ni que me encantaría que me hicieran prácticamente todo (menos la pedicura, que me da repelús). Sólo estoy convencida de que hay tantos tipos de vida como de persona y lo que determina fundamentalmente a qué grupo pertenecemos es la cuenta bancaria. En mi caso, lo único que falla es la nómina pero sé que yo también nací para marquesa. Lo sé por lo mucho que me fascinan sus tribulaciones.