Rodolfo sale del espejo para morderme y darme manotazos en la cara. Tiene dientes afilados, manos peludas y huele mal. La mayoría de los días no está y en su lugar, hay un niño adorable que me abraza. Ayer no estaba.
Rodolfo quería verlo y me señalaba el espejo diciendo: ¡está ahí!
Pero yo no lo vi.
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