El otro día pillé al Sr. Cuco en la barra de una cafetería pidiéndole un chupa-chups al camarero.
Lo saqué de allí un poco avergonzada y de camino a casa, le expliqué por qué no podía repetir lo que acababa de hacer. Le hablé de la importancia de pedir las cosas, del valor del dinero y del daño que hace el azúcar a los dientes. Todo ello en 5 minutos, conduciendo y observándolo por el espejo retrovisor.
Tras una breve pausa, muy serio, me contestó: