Me encantan los días de frío y sol, días claros y luminosos en los que el astro rey te calienta a través del parabrisas y te obliga a protegerte los ojos. Luego, al bajarte del coche, el frío viento te golpea la cara a traición y te recuerda que aún queda mucho invierno.
En días así, no puedo evitar encoger los hombros y rozar la barbilla contra la bufanda, como si pretendiese prender una hoguera a la antigua usanza. Camino feliz con las manos al fondo de los bolsillos, la nariz colorada y húmeda por el aire cortante y la sonrisa rayada por el pelo que juguetea con el viento y vuelve a sus raíces, azotándome el rostro.
Creo que los días despejados de invierno le ganan la batalla de la belleza a los buenos días de verano, porque el sol es más amable, porque el aire huele mejor y porque son como una caricia balsámica al final de un mal día.
No importa si mañana llueve y recordamos el día de hoy como si hubiese sido un espejismo.
Hoy luce el sol, hace frío, y con mis gafas de sol y mi bufanda abrazándome el cuello, allá voy.
En días así, no puedo evitar encoger los hombros y rozar la barbilla contra la bufanda, como si pretendiese prender una hoguera a la antigua usanza. Camino feliz con las manos al fondo de los bolsillos, la nariz colorada y húmeda por el aire cortante y la sonrisa rayada por el pelo que juguetea con el viento y vuelve a sus raíces, azotándome el rostro.
Creo que los días despejados de invierno le ganan la batalla de la belleza a los buenos días de verano, porque el sol es más amable, porque el aire huele mejor y porque son como una caricia balsámica al final de un mal día.
No importa si mañana llueve y recordamos el día de hoy como si hubiese sido un espejismo.
Hoy luce el sol, hace frío, y con mis gafas de sol y mi bufanda abrazándome el cuello, allá voy.