domingo, 30 de enero de 2011

Días de frío y sol


Me encantan los días de frío y sol, días claros y luminosos en los que el astro rey te calienta a través del parabrisas y te obliga a protegerte los ojos. Luego, al bajarte del coche, el frío viento te golpea la cara a traición y te recuerda que aún queda mucho invierno.

En días así, no puedo evitar encoger los hombros y rozar la barbilla contra la bufanda, como si pretendiese prender una hoguera a la antigua usanza. Camino feliz con las manos al fondo de los bolsillos, la nariz colorada y húmeda por el aire cortante y la sonrisa rayada por el pelo que juguetea con el viento y vuelve a sus raíces, azotándome el rostro.

Creo que los días despejados de invierno le ganan la batalla de la belleza a los buenos días de verano, porque el sol es más amable, porque el aire huele mejor y porque son como una caricia balsámica al final de un mal día.

No importa si mañana llueve y recordamos el día de hoy como si hubiese sido un espejismo.

Hoy luce el sol, hace frío, y con mis gafas de sol y mi bufanda abrazándome el cuello, allá voy.

miércoles, 26 de enero de 2011

Diario secreto de Pulgarcito



Quería compartir con vosotr@s uno de los regalos que he recibido estas Navidades y que más ha gustado. A estas alturas, ya conocéis mi afición-obesión por los libros ilustrados y cuando ojeé este en una librería, decidí incluirlo en mi carta para sus Majestades. De sorpresa, también me obsequiaron con otro del que hablaré en una entrada futura.

El Diario Secreto de Pulgarcito es una revisión del cuento clásico con un toque desenfadado, en el que Pulgarcito y sus hermanos son abandonados en el bosque por su padre y su madrastra durante la época de la Gran Escasez. El protagonista, un poco gamberro, correrá junto a sus hermanos mil aventuras, encontrándose con un sinfín de personajes variopintos a lo largo del libro. Como en todo cuento clásico, los malos son muy malos y los buenos, son muy listos, en especial, Pulgarcito, que de su puño y letra, nos cuenta sus aventuras. Asimismo, comparte con nosotros sus dotes como dibujante y su texto está lleno de anotaciones, tachaduras e incluso rasgaduras simuladas reparadas con cello.

En cuanto a las ilustraciones, nuevamente van de la mano de Rebecca Dautremer y son una preciosidad. La propia portada es como para no poder quitarle la vista de encima. De hecho, sobre mi mesilla de noche, vela mi descanso y me ayuda a seguir soñando cuentos.




Editado por Edelvives, 2010

jueves, 20 de enero de 2011

Se vende


Prácticamente todos vendemos y compramos a diario. A veces son consumibles, otras son objetos no tangibles, castillos en el aire o promesas que sabemos que no se cumplirán. Nos guste o no, todos somos consumidores y creo que en cierto modo, a todos nos complace de vez en cuando gastar el dinero en algo, especialmente si no lo necesitamos.

Lo malo son las formas, en esto y en todo. Cada vez nos tratan y tratamos a los demás con menos respeto y más agresividad.

Hace un par de semanas, caminaba apresuradamente por un centro comercial, medio despeinada, el bolso semiabierto y el paso acelerado, como si me fuera la vida en ello, cuando me abordó el típico charlatán de feria que sin previo aviso, me cortó el paso y me espetó un “Oye, tú trabajas, ¿no?”. Ante mi sorprendido “sí”, me pidió que le echase una mano. Mientras por su tono de colega, me preguntaba si habríamos comido juntos alguna vez y yo no lo recordaba, eché un visual al stand que flaqueaba semejante sujeto y amablemente, le informé que mi marido trabajaba en ese sector. A eso le siguió un abrupto “¿y qué?” que me resultó bastante molesto por lo que ya un poco menos sonriente, le contesté que cualquier cosa que pudiese ofrecerme, ya la tenía. Con un “ya lo sabía yo…” muy irónico que no terminó en un “... que eras una mema” pero que se intuyó por el irreverente tono, me dio la espalda. Con un taconeo brioso, me dirigí a la escalera mecánica despidiéndome con un airado “así vas a vender mucho”. Ni corto ni perezoso, el muy patán se volvió y me escupió un “vete al carallo”.

Vete al carallo… Vamos, que me mandó a la mierda. Mientras descendía irremediablemente cargando con esa frase a la espalda, pensé lo maravilloso que sería que semejante ejemplar no volviese a trabajar en su vida y de paso, qué placentero sería poder atizarle con algún objeto punzante en los genitales. Seguí bajando y me pregunté por qué no habría sentenciado yo la conversación tras la primera pregunta. La historia entonces se escribiría de otro modo y a su “oye, ¿tú trabajas?”, le seguiría un “vete al carallo”.

La culpa la tiene mi madre, por educarme tan bien. Me he torcido bastante en el camino pero no logro comprender este nuevo modo de querer venderte a toda costa lo que no necesitas, de hacer que te sientas idiota por rechazar lo que no has venido a comprar o incluso peor, que cosas tan series como la salud se oferten en los centros comerciales.

Todos somos compradores, y todos somos vendedores. De acuerdo. Pero desde luego, no todos somos imbéciles. Al menos, yo no lo soy.

viernes, 14 de enero de 2011

El día que dejó de llover


Ocurrió justo cuando cesaron las lluvias.

Llovió y llovió durante catorce meses seguidos y las flores blancas y amarillas que pintaban los campos acabaron anegadas por una sucia mezcla de agua y barro.

Mientras duró el diluvio, los trenes pasaban de largo llenos de viajeros que dormitaban con sus cabezas apoyadas contras las sucias ventanillas. Ella los veía pasar en silencio, decidiendo…

El día que dejó de llover, por fin cruzó el umbral y sin volver la vista atrás, cerró la puerta por última vez. El pueblo quedó vacío. La casa señorial, con musgo en la piedra y blasón presidiendo la fachada, abandonada. Sólo el viento gélido del invierno recorrería sus habitaciones vacías, cubriéndolas con el manto ceniciento de un polvo que ya nadie se ocuparía de limpiar. Bajo las sábanas blancas de su ajuar quedarían olvidadas las reliquias de momentos felices, las cartas de amor y los susurros a media noche.

Al tiempo que se dirigía a la estación, comenzaba el largo camino de una sola dirección hacia su nueva vida. Si se concentraba y conseguía dejar de oír resoplar las puertas de los vagones, quejándose pesarosas al abrirse y cerrarse con un monumental resoplido, tal vez consiguiese olvidar que acababa de abandonar todo lo que había amado para siempre.

Mientras decidía hacia donde dirigirse, levantó los ojos y comprobó que, tímidamente, comenzaba a asomar el sol.

viernes, 7 de enero de 2011

El mar, la mar, mi mar

Me salpica la cara.
Me confunden su olor y sus rumores.
Me mareo.
Me embriaga.
Me encuentra cuando nadie me busca.
Me llama y voy sola.


martes, 4 de enero de 2011

El canto de la rana


Últimamente oigo historias de mujeres inteligentes y hermosas con el corazón herido y el alma perdida que están dispuestas a perdonar afrentas y abandonos porque sí. Eso está bien, sin duda, pero creo que todas merecemos de vez en cuando algún acto heroico, un gesto dramático que nos devuelva la confianza en nosotras mismas, que le dé un poco de sentido al mal rato que nos han hecho pasar y sobre todo, que nos haga sentir mejor.

Así, tras una discusión acalorada, tras un comportamiento inaceptable o unas palabras poco acertadas, no veo qué tendría de malo que nos pidiesen perdón de rodillas o que nos tapasen los ojos y al abrirlos, nos encontrásemos en medio de una habitación llena de flores. Yo lo consideraría bastante justo.

No sé si es una consecuencia directa de la educación que hemos recibido, una herencia cultural o simple genética. Sé que abandonarse al amor es convertirse en la protagonista de tu propio melodrama y por eso precisamente, cuando alguien comete un error y como consecuencia, te hiere, merecemos alguna escena memorable antes de que caiga el telón. A veces no es suficiente con pedir perdón ni con arrepentirnos. A veces necesitamos que suenen violines y que quien nos ha hecho daño, esté por un instante, a nuestros pies.

Hemos ido creciendo creyendo en cuentos de hadas hasta que por edad y experiencia, descubrimos tristemente que por muchas veces que besemos a una rana, siempre croará. Sin embargo, no estaría mal que lo hiciese de manera acompasada, a ritmo de bolero…

sábado, 1 de enero de 2011

Momentos para recordar

Es sólo un blog, y es mucho más.
Es mi pasión por la fotografía, y mi aprendizaje diario.
Es una colección de momentos cotidianos, y únicos a la vez.
Es una mezcla alcanzada, y un punto de partida para otras nuevas.



Así describe su blog Rebeca Lagos. Os recomiendo que lo visitéis si os gustan las fotos, las cosas bellas o simplemente queréis admirar un trabajo bien hecho.

Momentos para recordar

Gracias, Rebeca, por tu generosidad.